Cuando pisé la facultad de derecho por primera vez, recuerdo entrar a un salón lleno de estudiantes que rondaban la edad de dieciocho años y vestían ropa de todos los estilos y colores, algunos llevaban su cabello teñido, prendas con diferentes diseños y logotipos y, por supuesto, muchos de los miembros del salón destacaban por encima de otros por las prendas y accesorios propias de un estilo un tanto rebelde, característico de un adolescente. No obstante, el estilo y colores que esos estudiantes usaban el primer día de clases se desvaneció, casi por completo a medida que íbamos avanzando en nuestra carrera universitaria. En la medida en que nuestras agendas se llenaban de parciales orales, juicios simulados, aquellas audiencias en consultorio jurídico y por supuesto, al entrar a nuestro primer trabajo, el armario de aquellos estudiantes se tornó monocromático y por supuesto, un color empezó a acaparar nuestro armario, el negro.
Cuando un estudiante de medicina entra a su carrera universitaria, tiene un deseo profundo de usar su bata blanca lo más rápido que se pueda, y cómo no, es con esa bata blanca que la gente a su al redor empieza a reconocerlo como médico, algo que, aunque simbólico representa un paso enorme en su carrera profesional. Pareciera suceder algo parecido en nuestra profesión de abogados, como si vestirnos de negro, utilizar traje, corbata y estilo formal nos embistiera de poder para ejercer la ley.
En efecto, tanto nosotros como abogados como aquellos que no lo son, traen a su mente una imagen de un hombre en traje y corbata o de una mujer vestida de manera elegante y por supuesto usando el color negro cuando imaginan cómo se ve un abogado. Es usual además, imaginar un hombre vestido de toga negra e incluso peluca blanca al traer a la mente la palabra “derecho”.
Alguien dijo una vez que “el negro esconde todo dentro de sí mismo en el argumento de la elegancia”, y si algo es cierto, es que los colores que llevamos hablan por nosotros, así que, así como el abogado tiene dentro de sí, los argumentos para defender a su poderdante, ese color negro tan característico de su vestir también lo tiene, por lo que su uso, de uno u otro modo potencializa el uso de la palabra, don que por supuesto caracteriza a todos aquellos que tenemos esta profesión.
La imagen que tenemos hoy interiorizada de la representación del derecho con la imagen de un hombre que exclama “¡orden en la corte!” usando una sobria toga negra y un mazo de madera se remonta al año 753 antes de cristo, en la antigua Roma, periodo en el cual se creó un sistema de normas que regularon las actividades de los ciudadanos del imperio, lo que se conoce como derecho romano, sistema del que datan las bases de la mayoría de sistemas legales establecidos hoy en día.
Es en el derecho romano en donde una prenda de tela color blanco y forma semicircular con bandas color carmesí tejidas en los bordes cobró particular importancia, pues se usaba para reflejar el status o rango de una persona dentro de la sociedad romana. Sólo aquellos reconocidos como ciudadanos, es decir, sólo aquellos hombres mayores de 17 años que participaban militar y financieramente en la ciudad y que gozaban de derechos políticos para ser partícipes de las decisiones normativas de la sociedad podían usar dicha prenda. En consecuencia, la prenda conocida por el nombre de “toga” se convirtió no sólo en un símbolo de ciudadanía romana sino también en sinónimo de status, de aquellos letrados que tenían el poder de participación en las labores que implicaban administrar, ejercer o crear la ley.
Posteriormente, el uso de prenda se hizo incluso más exclusivo y llego a ser característico de sólo aquellos que ostentaban la posición de cónsules, senadores, sacerdotes y jueces o pretores, haciendo que su uso fuera distintivo de sólo aquellos que tenían la capacidad de “administrar justicia”, así, la toga se convirtió en un símbolo de los profesionales de la ley, quienes han sido por supuesto, jueces y abogados.
El uso de la toga se expandió por el resto de sistemas legales, teniendo que ser usada por el juez y los abogados durante un juicio para proyectar respeto y seriedad, tanto para las partes como para los espectadores. No obstante, las togas fueron evolucionando en su estilo y variedad de color, ejemplo de ello fue Gran Bretaña, que durante el siglo XIV estableció el uso de la prenda en diferentes colores para lograr una distinción jerárquica entre quienes la usaban pues era deber no sólo del juez sino también de los abogados involucrados en el proceso usar la prenda mientras se celebraban las audiencias.
Lo curioso no obstante, es que el uso del negro como color distintivo de nuestra profesión, tiene origen histórico en el año 1694, cuando el color por excelencia de la prenda característica de los jueces y abogados se unificó, volviéndose la toga color negro el símbolo distintivo de la profesión. Cuando la reina Inglesa María II falleció como consecuencia de contraer viruela el 28 de diciembre de 1694, su esposo, Guillermo III de Inglaterra quedó devastado ante tan dolorosa pérdida. Sin hijos producto de su matrimonio con María y teniendo que reinar Gran Bretaña en solitario, decidió celebrar un suntuoso funeral para despedir a su esposa, tanto así que ordenó al compositor Henrry Purcell escribir la música que se escucharía en la ceremonia, la cual se conoce como “Music for the funeral of queen Mary” y además, dio la orden de que todos los asistentes que fueran al funeral tendrían que ir vestidos de color negro, como símbolo de respeto y luto por el deceso de la monarca. Los jueces de la época decidieron entonces asistir con su prenda representativa, la toga, pero atendiendo el mandato del nuevo rey, fueron vestidos con una toga color negro.
Fue este momento en el que, el color característico de la toga de los jueces se unificó, convirtiéndose así el color negro en el color característico por excelencia de aquellos que representan la administración de la justicia.
No hay que dejar a un lado que, según la psicología del color, el negro representa la fuerza, la seriedad y por supuesto el poder y la elegancia, características que son propias de todos aquellos que decidimos convertirnos en abogados, pero lo cierto es que, el color que resalta tan distintivamente en la paleta de colores que usamos en nuestra profesión, tiene una explicación histórica que se remonta al siglo XV, con una repercusión tan masiva que hace que el uso del negro se sitúe en el top of mind de las personas como característica propia de nuestra profesión, como si su uso fuese una consecuencia lógica de ser abogados.